lunes, 2 de enero de 2012

Pereza

Ahora mismo estoy teniendo mis primeros "minutos sueltos" desde que decidí comenzar el blog pero resulta que a la sobrevalorada inspiración no le apetece echarme un cable en estos momentos. Es cierto que ya había pensado algunos temas sobre los que me gustaría escribir pero, vete tú a saber por qué, ahora mismo me puedo morir de pereza si tengo que desarrollar alguno de ellos. Ya está, la inspiración ha hecho su aparición (si, es un juego de palabras muy fácil). En las siguientes líneas voy a tratar de definir lo que para mi es la pereza así como algunas de las formas en que puede manifestarse.
¿Qué es la pereza?: ¿una sensación?, ¿un sentimiento?, ¿un estado?. Ni idea. A pesar de estar entrecerrando los ojos tanto que casi parezco dormida y de haber adoptado mi cara un gesto que bien podría parecerse al de una persona con un dolor inaguantable, no se me ocurre una definición. Cuando me ocurre esto en un examen uso lo que suelo llamar mi "capacidad de inventar" que, utilizando un vocabulario más pedagógico no es más que buscar en mi memoria a largo plazo aquellos conocimientos que pueden tener alguna relación con la pereza, buscar lo que todos ellos tienen de común, sintetizarlo y elaborar así un nuevo conocimiento acerca de la pereza. Vamos, en castellano, inventarse la respuesta. Pues bien, a lo largo de estos años de carrera he visto como esa capacidad para inventar se va haciendo cada vez más creativa y acertada a medida que las diferentes asignaturas van dejando poso en el estudiante. Está claro que, como diría mi padre, me estoy yendo por los cerros de Úbeda pero lo importante es dejar claro que, a pesar de no ser capaz de ofrecer una definición técnica de lo que es la pereza, si que me atrevo a hacer un intento.
Pues bien, empecemos buscando palabras que se activan ante la palabra "pereza". Algunas de ellas son: dormir, aburrimiento, pasividad, inactividad, cansancio, etc. Al preguntarle a mi hermana qué es para ella la pereza me ha contestado literalmente: "ganas de no hacer nada". Aunque creo que esta definición no es del todo exacta, si que me ha servido para empezar mi reflexión. Pereza es ganas de no hacer algo. Sé que solo cambia una palabra pero esa palabra es la clave. No es lo mismo querer no hacer nada (ese es el vago, el que siempre encuentra la forma de "escaquearse" para regodearse en su inactividad) que no querer hacer algo. Eso es la pereza, la falta de voluntad ante una tarea que se considera que se debería realizar.
Tal y como casi todos hemos estudiado en la temible filosofía del bachillerato o en alguna asignatura de la carrera, el hombre actúa cuando conoce un bien y, ya que lo bueno es lo que perfecciona al hombre, lo quiere. Es decir, la actuación humana viene marcada fundamentalmente por dos facultades: inteligencia y voluntad. Hay una tercera interventora en el proceso de actuación. Es la afectividad que, cuando el hombre tiene orden en sus impulsos, sentimientos y emociones, es decir, cuando es templado, nunca determina la actuación, solo la condiciona. Sin embargo, inteligencia y voluntad son requisitos indispensables para la actuación. Cuando falta voluntad, cuando el hombre conoce lo bueno pero no reúne las fuerzas suficientes para acometerlo, decimos que la persona se deja vencer por la pereza. Quiero resaltar que la inteligencia y la voluntad no conocen y quieren respectivamente, a lo abstracto sino que se refieren siempre a bienes concretos. Con mi inteligencia conozco que levantarme a las 8 en punto es un bien para mí pues me permite llegar a clase puntual. La voluntad me permite llevar este conocimiento a la acción, transformar lo potencial en actualidad, es decir, levantarme a las 8. Puede ser que, aún teniendo ese conocimiento, me falte la fuerza para actualizarlo. Entonces me habrá vencido la pereza no porque yo haya tenido ganas de no hacer nada sino porque no he tenido ganas de no hacer algo, en nuestro caso, no he tenido ganas de levantarme a las 8.
Por si mismo el conocimiento es potencialmente capaz de perfeccionar al hombre pero es solo la actuación realizada por el impulso de la voluntad la que actualiza esa perfección potencial, la que otorga al hombre la posibilidad de la perfectibilidad.
Puede que haya dado demasiadas vueltas a algo que es muy simple pues todo lo anterior se resume en que la pereza es la falta de voluntad para acometer el bien conocido con la inteligencia pero, esta es mi manera de escribir. Suelo enrevesar multitud de pensamientos complejos y, muchas veces, inconexos para acabar resumiendo toda esa maraña en apenas unas pocas palabras.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Cajón desastre

He llamado cajón desastre a esta entrada por dos razones:
No hace mucho, en la asignatura Claves del pensamiento actual, todos los alumnos tuvimos que presentar nuestro propio blog. Uno de mis compañeros presento con gran aplomo el suyo al que había titulado "cajón desastre", sin ninguna doble intención. La carcajada del aula fue tal cuando el profesor le preguntó si no se estaría refiriendo más bien a la expresión "cajón de sastre" que creo que merece la pena que tan memorable confusión sea recordada.
La otra razón, de mucho más peso en la elección del título, es que esta va a ser una entrada constantemente renovada pues en ella pretendo volcar todas esas ideas que me rondan la cabeza y sobre las que me gustaría escribir. Para hacer honor al título, esta entrada será un autentico desastre. Aún no estoy segura de como será su funcionamiento. Seguramente iré escribiendo en ella ideas sueltas, en guiones, y con practicamente ninguna conexión entre ellas.
Ahí van algunas sobre las que, por el momento, he pensado escribir:
-La perfección y la imperfección humanas. De como es la imperfección lo que nos hace diferentes unos de otros. De ahí la importancia de amar las imperfecciones del otro y no las cualidades perfectas que tiene. Lo imperfecto es potencialmente perfectible. Lo perfecto no puede ser objeto de movimiento pues ya ha alcanzado la perfección. En toda relación humana se busca mejorar. Si ya se es perfecto, la relación carece de sentido.
-El pensamiento positivo lleva necesariamente (siempre) a emociones positivas y estas a conductas positivas. El pensamiento negativo provoca necesariamente emociones negativas y estas conductas negativas. Sin embargo, ninguno de los dos son procesos espontáneos que el hombre no pueda controlar. Dónde el hombre puede intervenir, dónde puede llevar a cabo el proceso de decisión voluntaria y racional es en el primer paso, es decir, el hombre lo que controla es su pensamiento. Quien se decide por pensamientos positivos tendrá emociones positivas y se comportara positivamente. Ante el pensamiento negativo: stop. Ejemplo hombre optimista y pesimista.
- Amar es buscar. Al buscar se encuentra. Cuando se encuentra se entrega (se da algo a otro alguien a quien se ama). Entregar es crear lazos y para ello es necesario tiempo, no solo en cantidad (que también) sino también tiempo de calidad. El amor no acaba aquí. Si una vez encontrado y entregado e bien (que es lo que s ebusca) nos conformamos, aparecen distractores que que captarán nuestra atención. Nos acostumbramos, nos "dejamos" y acabamos por aburrirnos. La relación amorosa deja de tener un fin pues ya se ha encontrado lo que se buscaba. Ahora bien, si una vez encontrado el bien, se continua la búsqueda (no nos conformamos, aspiramos a que la otra persona sea mejor a través mio) el hombre encuentra más, se entrega más: la relación perdura.
De momento esto es todo.

Buenas tardes

Buenas tardes a todos.
Soy Ana Fdez-Vigil, estudiante de 3º de Pedagogía y Magisterio en la Universidad de Navarra. De momento en esta primera entrada "post-obligatoria" voy a intentar explicar un poco quién soy y qué va a ser este blog.
Tengo tantas ideas en la cabeza que soy incapaz de escoger una por la que empezar. Vamos a intentarlo.
A la pregunta ¿quién soy? traté de responder en la primera de mis entradas "obligatorias". Me deje muchas cosas en el tintero así que tengo la intención de escribir algo más sobre mí. No pretendo que otras personas me conozcan a través de la lectura de mis textos. Más bien es un intento de autoconocerme más y mejor. A veces esa velocidad que llevamos hace que ni nosotros mismos sepamos describirnos y creo que no hay nada más triste que no conocer a la persona con la que más horas pasas al día: tú mismo. Mis primeras experiencias escribiendo han resultado muy enriquecedoras en este sentido por eso tengo la intención de seguir profundizando en ellas.
En cuanto al blog: ¿qué es?¿qué debe ser?¿qué quiero que sea?¿qué puedo hacer que sea?¿qué va a ser? NI IDEA. Con decir que me he liado escribiendo todas esas preguntas creo que queda claro la escasa planificación con la que cuenta el blog.
El título ("Minutos sueltos") lo he escogido porque tengo la certeza de que cada minuto de tiempo es oro. Está claro que hay minutos de la vida inolvidables y que marcan toda una vida: se tarda un minuto en decir ante el altar "sí, quiero", se tarda un minuto en firmar una hipoteca, se tarda un minuto en recoger el diploma de licenciado (¡perdón!, graduado), se tarda un minuto en escoger el nombre de un hijo, etc. Pero, ¿qué pasa con todos esos minutos que no son recordados?¿son acaso menos valiosos? Yo creo que no, ahora bien, ¿cómo hacer que no caigan en el olvido?¿cómo aprovechar esos minutos que nos quedan "colgados"?Hay multitud de respuestas. Haciendo un pequeño guiño a un anuncio de hace unos años, podemos decir que hay respuestas para los vagos (ver la tele), para los cultos (leer un buen libro), para los deportistas (hacer algo de ejercicio), para los simples (tumbarse a ver la vida pasar), para los complicados (aquellos a los que se les ocurre un abanico tan amplio de posibilidades que desperdician esos pocos minutos únicamente en pensarlas), para los agobiones (parecidos a los anteriores pero que emplean sus minutos en agobiarse pensando todo lo que tienen que hacer en los minutos ocupados), para los amantes de la comida (tomarse un pinchin,unas galletinas,  un bocadillin, unas patatinas o cualquier otro exceso culinario que, al acabarlo en in/a parece menos "grave"), y millones de respuestas más que no viene al caso enumerar. La mía solía ser la de los agobiones. Soy de las que andan por el mundo estresada por todo lo que tengo que hacer y, cuando no hay nada que hacer, me estreso por estar desperdiciando el tiempo que en otros momentos tanto necesito. Diagnóstico: estres crónico o drogodependiente de las tareas. Sin algo que hacer me vuelvo loca. No existe remedio a largo plazo para esta grave enfermedad. Sin embargo, a corto plazo, la cura es sencilla: atarearse, es decir, buscarse algo que hacer. Y este es el propósito de este blog. Resumiendo todo lo anterior en una sola frase, puedo decir que el fin de este blog es el de, cuando no tengo nada que hacer, proporcionarme tarea y dotar de valos esos breves minutos del día a día.

sábado, 19 de noviembre de 2011

PAULA EIMIL ROMÁN

Paula Eimil Román. Ovetense de  41 años. Casada con su novio de la universidad. 3 hijos y mil preocupaciones. Madre de familia numerosa; trabaja 5 intensas horas fuera de casa y otras tantas en ella. Es martes 8 de noviembre. Un día normal. La rutina de todos los días.
Suena el despertador. Son las 7:00 am. Paula enciende el interruptor y, en apenas unos segundos, recuerda que ha subido la luz y la discusión que la última factura provocó en casa: “Parecéis las condeses de Fenosa”. Como siempre, Paula sale a comprar el periódico mientras sus niños desayunan intentando no faltar al Principio de Arquímedes según el cual, la cantidad de cola cao desbordado será equivalente a la profundidad a la que sumerjan el sobao con su mano. Paula comprueba que sean el Rey y Cervantes las figuras que aparecen en el par de monedas que lleva en la mano. La quiosquera  le entrega automáticamente el periódico “El Mundo”. La conoce de sobra.
Llega la hora punta. Hay que llevar a tres pequeños medio dormidos rumbo a su centro de trabajo. Enciende la radio del coche. La voz  de Sáenz de Buruaga es acompañada de las palabras, demasiadas agresivas para ser la hora que es, de un contertulio que parece no compartir sus ideas.
Por fin en el colegio. En apenas cinco minutos el bombardeo de informaciones es increíble: una profesora comenta que cinco padres han objetado de Educación para la Ciudadanía, lo cual les está dando más de un quebradero de cabeza; mañana es la elección del nuevo Presidente de la APYMA y, al parecer, el proceso es sumamente tedioso. Además, los profesores siguen enfrentados, pues unos piensan en ir a la huelga y apoyar a los sindicatos, mientras que otros opinan todo lo contrario.
Apenas ocho minutos para el comienzo de su turno. Paula se dirige al coche y ve  mal enganchado en el parabrisas el papel que provocará que su día empiece con mal pié. Justo a tiempo, son las 9:00. Paula es funcionaria y le esperan cinco horas de trabajo. Que éste sea duro o no, será decisión suya: su nómina está asegurada. Aunque, últimamente, hay cierto clima de tensión debido a las noticias que anuncian una reducción en los sueldos de los funcionarios fijos.
Son las 15:08. Paula acaba de llegar a casa y se dispone a comer con su marido y el sonido del telediario presentado por Lourdes Maldonado de fondo. Otra vez de primero macarrones y de segundo pechugas de pollo. No estamos en el mejor momento para comprar solomillo. Maldonado habla durante más de veinte minutos del debate del día anterior, de un tal Berlusconi y de algún que otro apellido conocido.
Paula y su marido bajan a la cafetería de en frente, la de siempre, a tomarse el café. Dos jubilados conversan acaloradamente. Para uno, el claro vencedor del que probablemente haya sido el espacio televisivo más visto de los últimos tiempos, es el que ya es considerado por muchos, nuevo Presidente. Para el otro, la victoria es del que tantos otros consideran cabeza de turco de su propio partido.
Tras el pequeño parón, el día sigue su curso. Antes de recoger a los niños del colegio, Paula se acerca a ver a su madre y a llevarle las croquetas que le hizo ayer. No lo está pasando bien. Le han congelado la pensión y está acostumbrada a un nivel de vida que ahora no puede mantener. Tras una fugaz visita, recoge a los niños del cole. El pequeño le entrega un sobre arrugado. Dentro hay una autorización que debe firmar para que su hijo pueda visitar el ayuntamiento y otra para que pueda hacerse una foto con el alcalde. Antes de ir a casa, pasa por la piscina municipal. Como todos los martes, Juan y Pedro tienen clase hasta las 18:30. Es un consuelo pensar que la condición de familia numerosa aquí es una ventaja.
Las 22:00. Los niños acostados. Paula se tumba en el sofá mientras ve la repetición de Sálvame Deluxe. Hablan de Julián Muñoz y de su implicación en el Caso Malaya. Necesita distraerse hasta que llegue su marido. A las 22:20, el sonido de las llaves. Pelayo, llega a casa. Está agotado y cada día trabaja más. Son malos tiempos para las empresas pequeñas.

Ahora os preguntaréis cómo es posible que en 800 palabras no nos hayamos referido prácticamente a la política y eso que nos hemos extendido más de lo que correspondía. Lo de sintetizar no es nuestro fuerte. En realidad hay un motivo para que la política no haya sido un tema explícito en nuestro ensayo. Y es que creemos que la política está en todas partes: lo que hacemos, lo que no hacemos, lo que decimos, lo que no decimos, lo que compramos, lo que no compramos…todo está empapado de política.
Una última reflexión si es que aún se nos permite. Es cierto que el día a día se ve condicionado en todos los aspectos por la política. Sin embargo, en apenas quince días veremos como otra vez miles de personas meten en la urna el voto que sus padres de pequeños les dijeron que era el correcto. Por qué sí. Porque los otros son unos “capullos” que se dedican a robar y a buscar el mal del país. Así que, jóvenes, ¡despertad! E             s vuestro momento. Vuestro bienestar y el de todos depende de la política y ésta no equivale a escoger una vez cada cuatro años, entre dos posturas con las que no hay por qué estar de acuerdo. 

jueves, 3 de noviembre de 2011

YOGURES ABIERTOS:


¡Qué titulo más extraño…! ¿De qué nos va a hablar ésta ahora? Pues bien, he decidido adentrarme en un terreno espinoso en el que lo políticamente correcto pasa por abstenerse de opinar o por defender la mal llamada libertad personal. Soy consciente de que lo que a continuación voy a exponer podrá chirriar a algunos, ofender a otros y resultar ridículo a muchos. No voy a decir aún cual es el tema al que me refiero. Prefiero que cada quien interprete a lo largo del texto lo que estoy queriendo decir y trate, en la medida de lo posible, sentirse identificado.
Pues bien, trasládate por un momento a un supermercado. Me vale cualquiera. Camina hasta el pasillo de los yogures. ¡Bufff, hay muchísimos! Imposible escoger. No sabes si lanzarte por los de sabores tradicionales: fresa, plátano, limón... Los hay un poco más “controvertidos”, esos que a algunos apasionan y que otros detestan: coco, macedonia, melocotón, piña… También los hay más exóticos. Son quizá los más atractivos visualmente, llenos de colores y con nombres de frutas de las que no has oído hablar ni en los cuentos: maracuyá, papaya, frutas silvestres del bosque perdido en el amazonas… ¡Qué sé yo!
La decisión parece complicada…Querrías llevarte uno de cada pero, está claro que eso no es posible. En la esquina superior derecha hay un yogur con muy buena pinta. Parece que podría estar bueno. Te acercas para consultar el precio. No está mal. Pero…
-¡No! ¡El yogur está abierto!
Te mueres de rabia por dentro.
-¿Quién habrá sido el listo que ha probado el yogur y después lo ha vuelto a dejar en la estantería? ¡Si pruebas el yogur, lo pagas y te lo llevas, caradura!
Además, no hay ningún otro yogur del mismo sabor que ese. Es más, tú querías exactamente ese yogur. Sin embargo, hay algo que está claro: nadie pagaría por un yogur abierto. Puede que haya más personas que estén dispuestas a probarlo allí mismo ¡Total, una vez abierto! Puede incluso que alguien esté dispuesto a pagar un precio inferior al real para llevarse ese yogur a casa. Pero, el buen cliente optará por un yogur cerrado. De calidad. Por él, está dispuesto a pagar una suma superior.
También puede ocurrir que el yogur abierto sea tan deseado por un buen cliente que éste lo envíe hasta Asturias, a la Central Lechera, para que allí lo rellenen y lo vuelvan a cerrar. Incluso el propio yogur puede viajar a Asturias por su propio pié si decide que no quiere que nadie más lo pruebe y prefiere que un buen cliente pague por él.
Hasta aquí mi reflexión. No estoy segura de si habrás podido comprender qué es exactamente de lo que estoy hablando. Puede que me haya ido por las ramas para explicar algo que en realidad es muy simple. Puede simplemente que lo tuyo no sea eso de las metáforas. Como dirían algunos “al pan, pan y al vino, vino”. El siguiente párrafo va dirigido a ellos:
Sí. Estoy hablando de permanecer virgen hasta el matrimonio. Estoy comparando los yogures que esperan en la estantería a ser comprados por alguien con las personas que esperan a encontrar a la persona con la que quieren casarse. No quiero decir que el hombre o la mujer sean un producto por el cual uno de los dos ha de pagar. No quiero comparar el matrimonio con algo tan banal como es comprar un yogur en el súper. En realidad, tanto el hombre como la mujer son al tiempo yogur y cliente. En cuanto a ese viaje a Asturias para volver a cerrarse, hay muchas posibilidades de hacerlo. Depende de quién o qué pienses que es el fabricante. Para mí, puedo decir que, de tener que hacer el viaje, bastaría con acercarme a cualquier “don” para que me perdone en nombre del “Don” con mayúscula. Pero aquí sí que pienso que cada uno puede elegir el medio de transporte que le resulte más apropiado.

jueves, 20 de octubre de 2011

Agobiados de agobio

El agobio. Estudiantes, padres, profesores, jubilados- la humanidad entera- sucumbe diariamente a él. Todos votaríamos a favor del aumento del día en un par de horas. Y, sin embargo, seguiríamos igualmente agobiados. Los sabios hermanos Muñoz (Estopa), más poetas que rockeros, definen así este fenómeno: “tiempo, lo que nos falta es el tiempo, yo te lo cuento sin juramentos, lo que no sobra nunca siempre es el tiempo”. ¿realmente nos falta tiempo?, ¿Tan dañino es el agobio?
Pues no, no lo es. Si dejo aflorar la vena poética que tengo escondida o, más bien enterrada, diría una frase que por su autenticidad cotidiana podría formar parte del refranero español popular. Es la siguiente: “el agobio mueve el mundo”. Como ocurre con casi todos los problemas actuales a los que los grandes pensadores pretenden dar una solución unívoca, en realidad, es una cuestión de matices. Quede de antemano dicho que no me considero la fuente de sabiduría de la que pueda emanar la solución a cualquier dilema. Más bien, creo que todo aquel que piensa (y puedo asegurar que ahora mismo lo estoy haciendo, basta con ver el profundo surco que atraviesa mi frente) tiene el derecho y el deber de opinar.
Pues bien, con todo lo anterior solo he dicho que, para definir el agobio como un problema, es necesario juzgarlo considerando una serie de matices. Todo depende del tipo de agobio del que hablemos y de la acción que al “agobiao” le lleve a ejecutar. Durante las 6 horas que he dedicado a pensar este ensayo (las otras dos las he empleado en leer el libro, en agobiarme por no estar inspirada y en escribirlo) me he dado cuenta de que existen muchos tipos de agobio. Ya que mis pensamientos están limitados a ocupar 600 palabras, describiré los 3 más frecuentes:
El agobio tipo 1 es aquel en el que la persona descubre una acumulación tal de trabajo que se bloquea. Es entonces cuando suelta la célebre frase. “Paso. Total, no me da tiempo ni de broma”. El agobio desaparece como por arte de magia, tan rápido como había aparecido y el sujeto puede disfrutar de unas cañas con los colegas “claramente merecidas” después del agobio que ha pasado.
El agobio tipo 2, mucho más frecuente en los chicos que en las chicas, es aquel en el que la persona necesita quitárselo de encima de cualquier manera para poder afrontar la tarea en cuestión. Para ello, recurre a métodos tales como salir a correr “a fuego” durante un rato, gritar por una ventana o cualquier otra forma de desahogo poco racional.
El agobio tipo 3, es aquel que lleva a la persona a actuar. Se diferencia de los dos anteriores en que en éste, la actuación no se dirige a combatir el agobio sino a acometer con la mayor prontitud la tarea de la cual deriva el agobio. Quien sufre este agobio pone en marcha todos los mecanismos que posee para conseguir llegar a todo. No se trata de hacer a la vez todas las cosas que tiene pendientes. Esa podría ser la reacción propia del agobio tipo 4 que no describiré aquí. La persona con agobio tipo 3 sigue una secuencia de pensamiento parecida a la siguiente:
1-“Estoy agobiado”.
2- ¿Qué estoy haciendo ahora? Las respuestas posibles son 2:
a)      “Nada”. En este caso, la persona comienza a ejecutar inmediatamente la tarea. Estaríamos ante un “agobio productivo” en cuanto que el sujeto se pone “manos a la obra”.
b)      “Trabajar en la tarea”. En esta otra situación el sujeto con agobio tipo 3 se dice a sí mismo: “No puedo hacer más. El agobio ya no es productivo. Llegaré hasta donde pueda.”
Concluyendo, y para ello pidiendo una prorroga de 50 palabrillas, decir que, ya que el agobio está inevitablemente presente en nuestras recargadas vidas, lo mejor será que éste se vuelva productivo. Por eso, insto a todo quien me lea a sustituir la desgastada frase: “No te agobies”, por la nueva expresión: “Solo ten agobio tipo 3”.
            

domingo, 9 de octubre de 2011

LA GENTE JOVEN:

Empiezo a escribir este ensayo y estoy en blanco. Resulta paradójico  pues el título de lo que escribo es “La gente joven” y mis 19 primaveras me sitúan dentro de este grupo. Sin embargo, tras seis horas de clase y un calor insoportable mi cerebro está en stand by. ¿Solución?: la de siempre. Buscar en Internet. Introduzco en el erudito google “los jóvenes”. Así, sin más, a ver que me cuentan:
-“Alcohol y jóvenes”
-“Fumar y los jóvenes”
- “La autopsia apunta a que los jóvenes del estramonio murieron por…”
-“Por primera vez los jóvenes creen que su vida será peor que la de…”
Vale.  El panorama es desolador pero google me ha inspirado: Los jóvenes de hoy en día son un auténtico desastre. Su cultura es como el título de uno de los discos de Melendi: “Mientras no cueste trabajo”. Esta cultura tiene como objetivo principal la diversión y se fundamenta en el “todo vale” y en el “joé, ¡qué pe-re-za!”.
Pues bien, en apenas tres líneas he sintetizado lo que suele decirse actualmente de los jóvenes. Sin embargo, no son estas palabras novedosas. Desde que el mundo es mundo, los jóvenes son el problema de la sociedad.
Llegados a este punto, me atacan multitud de dudas: ¿Qué significa ser joven?, ¿Quiénes son jóvenes?, ¿Se trata de una edad, un estilo de vida, una época o un modo de pensar?, ¿Puede ocurrir que un hombre de 70 años sea joven?, ¿Puede haber discrepancia entre la juventud del cuerpo y la del espíritu? Probablemente este bombardeo de preguntas resulte del todo absurdo para mucha gente. Pero, pensadlo: si la juventud es solo una edad, es decir, sí es joven solo quien tiene entre 18 y 25 años, ¿la tarta de los 26 va sistemáticamente acompañada del carnet de adulto? Está claro que no.
Para mí, la juventud es la época de la vida (independientemente de la edad a la que se dé) en la que pasamos de un pensamiento “egocéntrico” a un mirar fuera. La juventud es una actitud de búsqueda continua. Al joven lo distinguimos porque de su cabeza sobresalen dos antenas que tratan de buscar la máxima información exterior posible para posteriormente filtrarla y decidir hasta qué punto hacerla propia. Según esta nueva “Anateoría”, se puede ser joven con 40, 50, e incluso 60. Las arrugas de la cara no restan juventud. La juventud consiste en no apalancarse, no conformarse; consiste en seguir indagando, en buscar respuestas fuera de nosotros mismos, en ponerse las gafas de cerca para mirar alrededor al mismo tiempo que se usan los prismáticos para ver lo de más lejos.
Puede ocurrir, y de hecho ocurre, que en esa búsqueda la persona se equivoque. Se trata de un error provocado por la combinación de varios factores desencadenantes: un ambiente poco estimulante, una educación deficiente, una falta de cohesión familiar, etc. Me explicaré mejor. En muchas ocasiones el buscador -el joven- yerra y su búsqueda no llega a buen puerto. Es entonces cuando nos encontramos con buscadores perdidos en la droga, el alcohol, la pereza, la irresponsabilidad, etc. Los botellones no son más que eso: una reunión de buscadores perdidos que creen encontrar en la borrachera sabadeña aquello  que están buscando.
Para concluir, quiero dar las gracias a google por su valiosa inspiración y poner de relieve que hablar de “los problemas de la juventud” es del todo inoportuno. No somos un colectivo de borrachos perezosos sino un grupo de buscadores a los que los adultos no han dado herramientas suficientes para buscar y encontrar.